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El hombre de la suerte extrema
08.01.2010 Rally Dakar
El hombre de la suerte extrema El hombre de la suerte extrema El hombre de la suerte extrema


Históricamente, el Dakar ha sido una carrera donde la ayuda entre pilotos (sobre todo antes de su etapa actual, en la que hay megaequipos profesionales y mucho dinero invertido) y la solidaridad son un factor importante. En el medio del desierto, ya sea en Africa o en América, colaborar con un rival para que pueda seguir en competencia es visto por muchos amateurs como un deber. Hoy por tí, mañana por mí. Ayer, el holandés Henk Kniuman -"mochilero" del campeón Marc Coma- vivió en carne propia parte de esa filosofía, pero por parte de un espectador.


Se corría la especial de velocidad de la etapa 5 del Rally Dakar 2010. El piloto, con el dorsal número 7, a bordo de una KTM, llegaba a la zona de espectadores número 3 (ubicada dentro del desierto, a unos cinco kilómetros de la principal ruta chilena) con la rueda trasera de su moto completamente destruida. Un tremendo tajo en la banda de rodamiento, que alcanzaba casi un cuarto de la extensión de la cubierta, hacía imposible cualquier reparación con mousse de relleno.


Desesperado, agotado de llevar la moto en llanta, Kniuman tiró su KTM al piso y pensó que todo estaba terminado. Que allí terminaba su participación en este Dakar. Que su compañero y campeón Marc Coma debería luchar en adelante sin su ayuda, o conseguirse otro piloto. Pero la suerte a veces está en el lugar y la hora precisa, hasta en los sitios más perdidos y áridos del planeta.


Es que, de golpe, Kniuman divisó detrás de las cintas de la zona de espectadores una carpa con un grupo de turistas que recorren América latina en moto y que se encontraban mirando la carrera. Ahí, inmóvil, milagrosa, estaba una KTM de serie similar a la suya, con un neumático de características similares, rodado 18. El piloto preguntó por el dueño de la máquina y este, camarógrafo del grupo, apareció. Pero, para desgracia del holandés, su respuesta no fue la que esperaba.


Es que entregarle su neumático trasero a Kniuman significaba quedarse él con una moto renga en medio de la nada. El holandés insistió: "Te la pago" o "cargala en alguna camioneta y llevala al vivac, que allí te daremos otra", fueron sus frases. Pero su posible salvador se mostraba inflexible. Resignado, el corredor se reincorporó y comenzó su ritual para poner en marcha su moto, dispuesto a seguir en llanta.


Allí, quizás empujada un poco por la culpa o el remordimiento de la conciencia, apareció la solidaridad: el camarógrafo-turista accedió a entregar el neumático y entonces un grupo de personas que estaba allí colaboró con el polvoriento y agotador trabajo mecánico, aportando herramientas y mano de obra. Kniuman, aliviado, pudo seguir. Llegó en el puesto 73 tres horas después que el líder, y está 44 en la general, pero qué importa: hoy sigue en el Dakar.


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